Crítica. A Roma con Amor

A Roma con Amor

Siempre he pensado que es un peligro dividir las películas o los libros en varias historias. De hecho, en el caso de los libros procuro evitarlos. Si se consigue entrelazar las historias o crear un vínculo entre ellas puedes mantener cierto ritmo, sino puedes caer en el aburrimiento y en la pérdida de interés.

Si ya es complicado hacer una película sólida, dotarla de estructura e interés, al dividirla puedes perderlo todo y que finalmente la película quede coja. No  profundice en la historia, ni en los personajes. De ahí el mérito de los cortometrajes. Como en 5 o 10 minutos puedes contar y transmitir algo.

Algo así le ocurre a la nueva película de Woody Allen en su periplo por las ciudades europeas. Es como si la hiciera precipitadamente, como si de un compromiso se tratase, aunque sea consigo mismo. El hecho de que sean 4 historias independientes la deja coja. Ninguna de las historias atrae lo suficiente. Tienen el sello de Woody  Allen, pero no son brillantes.

De hecho excepto Match Point, en la que deja la ciudad un poco aparte y construye un gran historia, en la que la ciudad sirve de apoyo y no de fundamento, el resto de películas europeas de Woody Allen no brillan a gran altura. 

A Roma con Amor, cuenta 4 historias diferentes, inconexas y alternadas.  Una historia en la que una pareja de provincias va a Roma a vivir y por una confusión él tiene que ver como una prostituta, interpretada por Penélope Cruz,  tiene que hacerse pasar por su mujer ante su familia, y su mujer se pierde buscando una peluquería y acaba en el rodaje de una película. Otra historia de una turista que se enamora de un italiano con el que se piensa casar y su padre interpretado por Woody Allen ve a un Pavarotti reencarnado en su consuegro. La tercera es la de una pareja americana que vive en Roma que recibe la visita de una amiga de ella que tiene la virtud de atraer a todos los hombres que pasan por su vida. En esta historia Alec Baldwin hace la voz de la conciencia de los otros 3 protagonistas. Y por último para mi la más interesante, quizás por lo simple o curiosa, es la de Roberto Benigni, en la que un día de la noche a la mañana es perseguido por toda la prensa rosa italiana y cualquier cosa que hace, como lavarse los dientes o su desayuno es de interés público.